
Preparar al perro para la llegada del bebé
La relación entre bebé y perro puede ser maravillosa o fuente de preocupaciones… y peligro. Sigue estas pautas antes, durante y después de la llegada del bebé para asegurarte una convivencia armoniosa.
La llegada de un bebé al hogar es siempre una experiencia maravillosa que comporta muchos cambios en nuestro día a día.
Esto es cierto también para las mascotas del hogar que, acostumbradas ya a la familia que les ha criado, tienen que aprender a convivir con una nueva personita que no se parece en absoluto a sus dueños, es pequeña, llora a horas intempestivas y en el fondo trastoca toda la rutina a la que estaban acostumbrados.
De toda la vida la gente ha tenido perros.
Y, por supuesto, de toda la vida la gente ha tenido bebés.
Si hubiera algo en el perro innato que hiciera que éste hiciera daño por sistema a todos los bebés o niños pequeños, haría muchos años que el perro habría dejado de ser un animal de compañía.
Por suerte, no es así, pero esto no debe hacernos perder de vista la situación concreta con la que se encuentra nuestro perro:
Un ser pequeño, blandito, chillón, que capta toda la atención de sus queridísimos dueños y que no se relaciona con el perro como él está acostumbrado a que lo hagan las personas.

Todo esto, sumado a las experiencias que haya tenido el perro a lo largo de su vida y en especial en su infancia, puede hacer que no vean al bebé como a una persona más de la familia sino como a un competidor por el cariño de los dueños, o como a alguien que le da miedo, o lo peor, y por suerte lo menos frecuente, como a una posible presa.
Lo que pretenden reflejar estas pautas es cómo debemos actuar con nuestro perro antes y después de la llegada del bebé para facilitar una buena relación entre ambos y disminuir al máximo el riesgo. Debemos ser constantes y pacientes, y quizá habrá que cambiar algunas costumbres en cuanto a la relación con nuestra mascota, pero debemos concentrarnos en el objetivo principal: la seguridad de nuestro hijo.
Por supuesto, el objetivo también es que se lleven bien, jueguen juntos y se beneficien mutuamente de la convivencia; pero lo primero que tenemos que debemos asegurar es la seguridad del pequeño recién llegado ya que es extremadamente frágil.
Hasta que el niño no sea capaz de interactuar de manera absolutamente correcta con el animal, siguiendo nuestras indicaciones al pie de la letra (lo cual a veces puede no ocurrir hasta los 10 años de edad), bajo NINGÚN concepto deberíamos dejar solo al niño con el perro. Por mucho que creamos conocerlos a ambos, pueden darse infinidad de circunstancias que tengan un desenlace desagradable.
Por favor comprende que, por la responsabilidad que me implica como etóloga dar consejos que afectan a la seguridad de un menor, debo ser tajante y algo “alarmista” en mis recomendaciones. Más vale prevenir que lamentar, y desgraciadamente cada día se dan casos de agresión a niños pequeños por haber pensado que “el mío nunca haría eso”. No quiero sembrar el pánico, pero sí poner en sobreaviso hasta a los dueños de los perros más apacibles del mundo, cuanto menos si el tuyo es algo miedoso, nervioso o tiene mucha energía.

Por qué hay perros que adoran a los niños… y otros que los odian o les huyen
Los cachorros de perro nacen ciegos y sordos, y no son capaces de ver ni oír bien hasta que cumplen las 3 semanas de vida.
En ese momento empieza el llamado periodo de socialización, en el cual el cachorro explora su entorno y aprende a reconocer, entre otras cosas, quién es su familia. En una especie doméstica como el perro o el gato, deben aprender que tienen “dos familias”: la canina (o felina) y la humana.
En términos generales, todo lo que no hayan conocido en ese periodo, cuando se lo encuentren por primera vez de mayor sólo lo podrán ver de 2 maneras: como un depredador o como una presa.
Es por eso que desde las 3 semanas hasta los 3 meses, que es cuando acaba el periodo de socialización en el perro, es fundamental que el cachorro tenga contacto tanto con perros como con personas para que de mayor no muestre miedo ni agresividad hacia ninguno de ellos. Lo que hacen básicamente es aprender el aspecto general que tienen los seres que conocen durante esa etapa, y más adelante todo lo que tenga un aspecto parecido no les resultará desconocido.
Pero para un perro, el aspecto de una persona adulta y el de un niño no se parecen en nada.
La estatura, las proporciones, la manera de moverse… es diferente, y mucho más si comparamos con un niño gateando o un bebé en su cuna.
Así pues, lo ideal es que durante esa etapa de las 3 semanas a los 3 meses de vida el cachorro tenga relación con todo tipo de personas, incluyendo bebés, niños a gatas, niños de diferentes edades, adultos, ancianos… incluso gente con diferente aspecto, como con casco, sombrero o bastón, para que más adelante no haya problemas.
Haberse relacionado de manera positiva con niños de todas las edades durante los primeros meses de vida hará que un perro adore a los críos.
Lo contrario, no haberse relacionado, o peor, que las interacciones con niños hayan estado cargadas de tensión, con dolor o agobio, sin poder escapar de unas manitas pellizconas o chillidos inacabables pueden hacer que cualquier perro de cualquir raza evite a los pequeños humanos a toda costa.

Muchas veces no sabemos con seguridad cómo fue la socialización de nuestro perro, o aunque sí lo sepamos, ya hemos llegado tarde cuando nos disponemos a tener un bebé.
Afortunadamente, el proceso de domesticación ha hecho que el perro, a diferencia de otras especies salvajes, no sea tan rígido por lo que respecta al periodo de socialización, y más allá de los 3 meses aún sea capaz de incorporar nuevos “aspectos” que le sean familiares, aunque es un proceso que resulta más complicado en el animal adulto que en el cachorro.
Por ello, procura que tu perro tenga el máximo de contacto posible con niños de todas las edades pero siempre en situaciones agradables, para formar una asociación positiva.
Si tu perro se relaciona con niños que no han aprendido a tratar a los perros y le estiran de los pelos, lo persiguen o lo agobian, NO esperes a que “se acostumbre”. Enseña al niño a relacionarse de forma amable, sácalo de ahí si no está en tu mano enseñarle o no está funcionando, y jamás obligues a tu perro a tener contacto con un niño -ni con nadie, dicho sea de paso- si no quiere.
La relación de tu perro con tu futuro hijo está en juego.
Primer paso: Antes de la llegada del bebé

Antes de la llegada prevista del nuevo bebé al hogar, deberían haberse logrado algunos objetivos que, por un lado, nos faciliten el manejo del perro cuando ya esté el niño en casa y, por el otro, hagan que todo resulte menos traumático para el animal y por tanto esté más predispuesto a aceptar de buen grado al nuevo miembro de la familia.
- Cambiar nuestros hábitos para, de forma realista, irlos adaptando poco a poco al que creemos que será nuestro horario real cuando el bebé ya esté en casa. Esto incluye los horarios de los paseos con el perro, su horario de comidas, de juego… Así el perro estará acostumbrado ya a la nueva rutina cuando llegue el bebé y no le resultará un cambio tan brusco.
- Permitir que se familiarice con las cosas del bebé: la cuna, el cochecito, el cambiador, los pañales, la ropita… Permitir que las olisquee, y si en algún momento hace algo inadecuado como subirse a la cuna o morder algo, reñirle con un “¡No!” enérgico, para que sepa que no puede tocarlas desde antes que llegue el bebé. Si lo que deseamos es que no pueda entrar en la habitación del niño, o en la de matrimonio si lo tendremos allí los primeros meses, empezar a prohibirle la entrada semanas o a poder ser meses antes de que llegue el niño, así no asociará la prohibición de algo que antes podía hacer con la llegada del bebé. (Ojo, no estoy diciendo que debas prohibirle la entrada a la habitación del bebé. Sólo digo que, si es tu decisión hacerlo así, empieces antes de que él llegue.)
- Es muy importante recordar 2 puntos vitales en la educación de un perro:
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- Nos interesan mucho más los premios que los castigos. En cuanto el perro se quede fuera de la habitación esperando a que salgáis, o huela sin morder las cosas del bebé, debéis premiarlo con palabras amables y caricias. El “No” sólo debéis usarlo para interrumpir en ese mismo momento una conducta inapropiada. En cuanto deje de hacerla, ¡hay que premiarle! Tal vez quieras repasar este pequeño artículo: Si riñes a tu perro, hazlo bien.
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- Hay que ser muy consistentes con las normas. Si algo no se puede hacer, no se puede hacer NUNCA. Permitirle que haga algo a veces sí y a veces no, confunde al perro y puede provocar problemas.
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- Poco a poco, ir cambiando los juguetes que tiene el perro para que no se parezcan en nada a los del niño, y evitar así que para coger lo que cree que es su juguete se suba a la cuna y pueda tumbarla, o se nos suba encima cuando jugamos con el niño y le arañe sin querer, además de evitar enfrentamientos cuando el niño sea más mayor y el perro quiera quitarle algo que cree que es suyo. Que sean de forma, sonido, incluso textura diferentes.

- Tener un manejo impecable del animal durante el paseo, en casa y cuando recibimos visitas en casa. Lo más aconsejable es que como mínimo un mes antes de la llegada del bebé el perro conozca perfectamente las órdenes básicas “Ven”, “Sentado”, “Quieto” y “Dame” (cuando haya cogido algo con la boca y queremos que nos lo dé) de la mano de un educador canino. El objetivo es poder pasear tranquilamente con el cochecito y el perro sin temer tirones de correa, que cuando estemos con el bebé en brazos no nos salte encima pudiéndole hacer daño sin querer, y que en cualquier momento podamos ordenarle “Sentado” y “Quieto” y quedarnos tranquilos de que el perro no se va a mover de allí, mientras nosotros atendemos a las visitas, recogemos lo que se nos ha caído por el suelo, curamos una herida o llamamos al médico sin que el perro esté encima, ladrando o simplemente curioseando y entorpeciendo nuestra tarea.
- Acostumbrar al perro a pasear por la calle con el cochecito (vacío) sin tirar ni subirse encima. Pasear con el bebé en cochecito y con un perro asustado del cochecito, que quiere subirse en él o que tira mucho de la correa puede ser muy molesto e incluso peligroso.
- Es muy aconsejable en cualquier caso, y especialmente si nuestro perro nunca ha tenido contacto con bebés o niños o si ha mostrado agresividad (aunque sólo sea gruñir) en alguna ocasión con cualquier persona o animal, concertar una visita con un especialista en comportamiento (etólogo) para que evalúe el comportamiento del animal, detecte problemas potenciales que pudieran surgir y os aconseje al respecto para evitar que los problemas lleguen a aparecer, ajustando estas pautas a vuestro caso concreto para modificar el comportamiento del perro antes de la llegada del bebé.
- Observad cómo reacciona el perro cuando se cruza con niños por la calle, si oye un bebé llorar en el parque… No provoquéis estas situaciones, simplemente observad la reacción del perro, en especial su postura corporal y la posición de cola y orejas, cuando se den estas situaciones durante el paseo, anotadlo si es necesario, y comentadlo con el etólogo, el educador canino o vuestro veterinario de confianza. Una postura corporal de acecho (como los perros pastores hacen con las ovejas, o los leones al esconderse para cazar una cebra) es muy preocupante, ya que denota que el animal percibe aquello como una presa y le “despierta” el instinto cazador, cuyo objetivo es la muerte de la presa. Si vuestro perro adopta esta posición al oír o ver a un niño de cualquier edad, atadlo y consultad cuanto antes a un especialista etólogo.

Segundo paso: Durante la estancia en la clínica
Durante la estancia de la madre en la clínica, es buena idea que el padre u otros miembros de la que el perro considera “su familia” hagan turnos para ir a pasar un rato con él y sacarlo a pasear intentando mantener un horario similar al habitual. Es preferible que durante esos días el animal no vaya de casa en casa de familiares y conocidos, ya que esto le supone un estrés. En vez de esto, es mejor encontrar un lugar para él al que ya esté acostumbrado, como en casa de algún conocido o una residencia a la que ya haya ido con anterioridad, pero sólo si le gustó estar allí.
Durante las visitas que los miembros de la familia hagan al perro, llevarle ropa usada del bebé para permitir que la olisquee y se familiarice con su olor, dejando la ropita en diferentes lugares de la casa. Que relacione el olor con cosas positivas, como caricias y palabras amables. No debemos mostrarnos nerviosos ni reñirle porque se acerque a investigar. Si el perro muestra intención de morder la ropa como si fuera un juguete sí debemos corregirle, pero hay que procurar que la mayoría de veces que note ese olor sea relacionado con algo positivo y no con regañinas.

Tercer paso: El primer encuentro
La primera impresión cuenta mucho.
El momento en que el bebé llega a casa por primera vez y el perro lo conoce es crucial para asegurar una futura buena relación. Aunque esto no significa que un mal comienzo sea definitivo, sí que deberemos procurar que el primer encuentro discurra en un ambiente lo más calmado y positivo posible para el perro.
Si es posible, que algún miembro de la “familia” del perro con quien tenga confianza (probablemente la mejor opción es el padre de la criatura) entre en casa un rato antes de la llegada de la madre con el bebé, y actúe de forma normal (nada de poner nervioso al perro con “ahora vendrá mamá y te trae una sorpresa, ¡pero has de ser bueno!”), mientras, por ejemplo, lo dispone todo para que la madre se encuentre cómoda.
Puede ser una buena idea sacar al perro a pasear, para que descargue energía y esté más relajado en el momento de la presentación. Tras el paseo, volveremos a casa y actuaremos de forma normal mientras el animal se relaja antes de que llegue la madre.
Cuando la madre llegue a casa con el bebé, que otra persona se haga cargo del recién nacido mientras la madre va a saludar al perro, que habrá estado inquieto por su falta y la habrá echado de menos; debe haber saludos cariñosos y tranquilizadores, sin exaltar al animal. En esta situación vemos la gran utilidad que tiene que el perro esté bien enseñado y pueda mantenerse sentado y quieto mientras se le saluda en vez de saltar encima de la madre, que está recién salida del hospital y puede sufrir algún daño si el animal le salta encima.
Si es necesario porque el animal se ponga muy nervioso, podemos atarlo con una correa para controlarlo. Es preferible que si nuestra mascota es especialmente nerviosa ya la hayamos acostumbrado meses antes a estar de vez en cuando atada en casa o al recibir visitas, para que no sea una situación extraña para él y que pueda sentirse restringido de movimientos y por tanto más nervioso todavía.

Una vez se ha saludado a todas las mascotas de la casa y la madre se ha puesto cómoda, debemos esperar a que el animal se relaje y se muestre calmado antes de proceder a la presentación, y esto puede tardar de 15 a 30 minutos, incluso más dependiendo del temperamento del animal.
Hay que actuar sin prisas.
Hasta entonces, que el bebé esté con un adulto en otra habitación a la que el perro no tenga acceso en ese momento, y aunque el animal esté intentando llegar al bebé, no presentárselo hasta que se haya calmado.
Una vez todo se haya calmado, es el momento de la presentación.
Una persona estará sentada cómodamente con el bebé en brazos, mientras el padre u otro de los dueños del perro lo mantiene atado con correa o controlado de manera que pueda oler al bebé pero que en el caso de una mala reacción pueda alejar al animal del niño.
Debéis permitir y animar al perro a olisquear al bebé e investigarlo, sin que note miedo ni tensión por vuestra parte. Saber que se tiene un buen control sobre el animal, y que obedecerá inmediatamente a la primera orden en cualquier situación facilita mucho que nos sintamos relajados y nuestra mascota así lo perciba.
Si el perro se muestra miedoso con el recién llegado debemos estimularle con un tono de voz alegre y calmado a que se acerque e investigue, pero jamás debemos acercarle el niño ni obligar al perro a acercarse, sino que tiene que ser el animal el que se acerque por su propia voluntad.
Presionar al perro o hacer que se sienta acorralado puede desembocar en una reacción fatal.
Si el perro persiste con su miedo, le dejaremos que se calme y volveremos a intentarlo más tarde.
Si el perro gruñe o enseña los dientes al recién nacido, debemos reñirle inmediatamente y llevarlo a otra habitación hasta que se calme para entonces volverlo a intentar. NUNCA debemos pretender calmar a un animal que gruñe con caricias o palabras tranquilizadoras diciendo “tranquilo, no pasa nada”. SÍ PASA. Su comportamiento no es aceptable, y debe saber que la única manera de conseguir vuestras caricias es comportándose adecuadamente con el bebé.
Muchas veces tratamos de calmar estos comportamientos pensando que así tranquilizamos al animal, cuando en realidad lo que estamos haciendo en que vea que gruñendo consigue nuestra atención y caricias. ¡Para él es un premio por gruñir! Es importante recordar que, para que el perro entienda lo que esperamos de él, en el preciso momento en que deja de gruñir debemos premiarlo.
A la mínima señal de agresividad deberemos actuar, pero el castigo nunca debe ser físico (pegarle) ni excesivo en ningún término, ya que el animal puede entender que, cuando el bebé está cerca, suceden cosas terribles.
Recordad que es muy importante nuestra actitud, ya que el perro percibe nuestro estado de ánimo y, por decirlo así, se basa en él para decidir cómo debe sentirse.
Es decir, si nosotros estamos tensos y le vamos advirtiendo de que “si te portas mal te castigaré”, “no vayas a gruñir otra vez”, etcétera, el perro detecta nuestro nerviosismo y se pone a su vez nervioso, interpretando que lo que está por venir debe ser algo malo.
Pensad asimismo que el animal interpretará más nuestro lenguaje corporal que lo que estamos diciendo. Así, si estamos tensos y asustados se lo trasmitimos, aunque verbalmente le estemos diciendo palabras agradables o de ánimo.
Si vemos que no podemos enfrentarnos a la situación de manera que nos sintamos calmados y relajados, lo mejor es dejarlo para otro momento.
Cuarto paso: El día a día
Es de vital importancia que jamás olvidéis que, por mucho que conozcáis al perro y por muy buena que sea su relación con el bebé, JAMÁS debéis dejarlos a solas sin vigilancia. No penséis que un bozal es suficiente: los arañazos y empujones, aunque sólo sean jugando, pueden ser muy graves en un niño de corta edad. Recordad también que un perro atado llega más lejos de lo que aparentemente le permite la correa, especialmente si se da la vuelta y golpea sin querer con el cuerpo o las patas traseras.
La norma principal para el día a día es: El animal debe asociar la presencia o cercanía del bebé a situaciones agradables.
Así, daremos de comer, jugaremos con el perro o le daremos chucherías cuando el niño esté en la misma habitación.
Para una asociación más rápida y efectiva, es mejor que durante las primeras semanas sólo se premie, alimente o atienda al perro cuando el niño está en la habitación, y no se haga nada de esto si el niño no está.
Es frecuente el error de esperar a no tener que ocuparnos del niño para entonces hacer caso al animal, ya que nos sentimos culpables de no tener suficiente tiempo para él. La lectura que el animal hace de esta situación no nos conviene en absoluto, ya que asocia la ausencia del niño a diversión, por lo que no tendrá ningún interés en acercarse a él, mientras que asocia la presencia del niño con ser ignorado por parte de sus queridos dueños, por lo que podrían aparecer comportamientos no deseados de competencia con el bebé por las atenciones de los padres (los mal llamados “celos“).
Lo mismo sucede con las visitas de familiares y amigos, abundantes las primeras semanas tras la llegada del bebé: el perro también debe recibir atención por parte de las personas que vienen a visitarnos, en la misma medida que la recibía antes de la llegada del pequeño, y esta atención será en presencia del bebé para que la asociación sea positiva.
Cuando el perro se acerque a olisquear tranquilamente al niño o veamos que tiene curiosidad por él, debemos permitirle acercarse, y premiar mediante caricias y halagos su buena actitud.
Es preferible que mientras una persona se encarga de atender al bebé haya otra persona que se encargue del animal, tanto para premiarle su buen comportamiento como para encargarse de alejarlo o corregirle en caso necesario. Estos papeles deben intercambiarse para que no sea siempre la misma persona la que se encarga de enseñar al animal el comportamiento que se espera de él.
Si, tras los primeros meses, la actitud del perro es adecuada y se comporta de forma sociable con el niño sin mostrar temor o agresividad en ninguna circunstancia, se le puede permitir que acompañe a la madre o al padre estando solo mientras cambia al bebé, lo baña o lo atiende de otra forma. Es beneficioso tanto para el niño como para la mascota y la futura relación entre ambos que el perro esté en las actividades cotidianas alrededor del niño. Por supuesto esto sólo se podrá hacer si el perro responde perfectamente a las órdenes de voz, sin necesidad de cogerlo o tocarlo.
No debería permitirse que el perro duerma en la habitación del bebé ni tenga acceso a ella durante la noche si los padres no están presentes. Los instintos predadores, o simplemente la curiosidad y el deseo de protección, pueden hacer que el perro se suba a la cuna y/o la tumbe, con fatales consecuencias. Cerrad la puerta y utilizad un intercomunicador.

El bebé crece
Los niños a medida que crecen cambian mucho tanto en su aspecto como en su manera de moverse y de interaccionar con el mundo que les rodea; un perro bien socializado con un bebé no tiene porqué seguirse comportando igual de bien cuando gatee o camine, por ejemplo.
Es por eso especialmente importante repetir las pautas explicadas cada vez que hay un cambio sustancial en el comportamiento del bebé: cuando se puede mantener sentado, cuando intenta tocar al animal, cuando gatea, cuando aprende a caminar…
Cuando vuestro bebé haya dado un paso adelante respecto a su motricidad, repetid durante unos días las pautas de asociar la proximidad del niño a cosas buenas para el perro y a premiar cualquier acercamiento que haga. Recordad que un perro que no tuvo ningún problema con el niño cuando era un bebé puede cogerle miedo de más mayor cuando gatee hacia él y agredirle por miedo, o puede tener una mala reacción a causa del dolor que le haya provocado un tirón de rabo.
Es muy importante enseñar al niño a acariciar suavemente al perro sin hacerle daño, y deberemos vigilar muy de cerca cualquier interacción entre un niño que no controla su fuerza y el perro.
Por así decirlo, cuando el bebé no se puede desplazar ni coger objetos debemos estar siempre cerca en las interacciones controlando al perro, pero cuando ya puede desplazarse o cerrar su manita para voluntariamente coger cosas, es al bebé al que tendremos que controlar más, para evitar tirones de pelos, pellizcos o persecuciones que pongan nervioso al perro.
Puede ser muy beneficioso para ambos el uso de vallas separadoras con puerta para crear dos espacios en la casa de manera que, si no podemos estar pendientes en todo momento, separemos al bebé del perro. Esto nos sirve tanto para evitar conflictos que sucedan fuera de nuestra vista como para darle al perro ocasión de descansar de las continuas atenciones y persecuciones del pequeño.

Con la edad, irán apareciendo nuevas situaciones que puedan ser fuente de conflicto. Quizá la más frecuente sean las disputas alrededor de la comida y los juguetes, ya que niño y perro pueden encontrarse en la situación en que ambos quieren coger el mismo objeto o chuchería. Es para esto muy importante que el niño aprenda a respetar el espacio y las cosas del perro, que como explicamos antes no deberían parecerse a los juguetes del niño, y hay que enseñarle desde muy pequeño a no dar comida al animal.
Hay que procurar que, cuando el niño coma sólidos y especialmente cuando coma por sí solo o en la mesa a la vez que los padres, el horario de comidas del perro no coincida con el horario del niño ni sea antes que el de éste. Lo ideal es que sistemáticamente le demos de comer al perro después de que el niño y sus padres hayan acabado de comer.
No dudéis en comentar con el etólogo o el educador canino las dudas que os pudieran surgir respecto a cualquiera de los pasos explicados aquí o a nuevas situaciones que podáis hallar a medida que vuestro hijo crezca.
Reflexiones y la aplicación en mi caso
Releo el artículo y no me reconozco en algunos párrafos, ya que yo soy muy de confiar en el perro y reñirle lo mínimo, y precisamente en mi caso a mi bebé le dejo que le dé comida, nunca tengo a mi perra atada en casa y los juguetes son comunes.
Pero es que mi perra jamás se ha enfadado con nadie por quitarle ni la chuche más sabrosa del mundo y no es nada protectora con los juguetes. Y, en cambio odia estar atada; se pone histérica, posiblemente por algún trauma que vivió antes de encontrarla yo abandonada.
Lo que quiero decir es que las pautas pueden ser flexibles y adaptarse a la situación de cada perro, pero dado que hay muchos perros, cada uno con su personalidad, y muchas familias, cada una con su logística familiar y su manera de entender y relacionarse con sus animales, debo ser en extremo precavida y dar pautas que sirvan en todos los casos.
En casos así, más vale pecar de precavido que de permisivo.
Si quieres puedes descargarte estas pautas para tenerlas a mano, compartirlas con alguien que esté a punto de tener un bebé o utilizarlas en la clínica veterinaria o el espacio de puericultura donde trabajas, la protectora en la que eres voluntario o con tu grupo de clases de preparación al parto, ¡pincha aquí y descárgate la versión imprimible del artículo en pdf!
Antes de pretender que tu perro entienda y respete a tu bebé… ¿qué tal si empiezas tú por entender a tu perro? Apúntate aquí al Curso Gratuito de Comunicación Canina y Felina para entender su lenguaje y saber calmarlo y adelantarte a cualquier situación!
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